17 junio 2010

EL GEN EGOÍSTA. Richard Dawkins.

Capítulo VII 

Planificación Familiar


 El cuidado paterno parece ser una parte integral de la reproducción, mientras que, por ejemplo, el altruismo hacia un sobrino no lo es. Una máquina de supervivencia individual debe adoptar dos tipos de decisiones totalmente diferentes, una respecto a los cuidados y otro aspecto a la reproducción. Si todos lo individuos se dedicaran a cuidar de las criaturas existentes hasta el extremo de no traer nuevos seres al mundo, la población rápidamente se vería invadida por individuos mutantes que se especializarían en la reproducción. 

La humanidad está procreando en demasía. El tamaño de la población depende de cuatro factores: nacimientos, muertes, imigraciones y emigraciones. Mientras el número de hijos por pareja sea superior a dos sobrevivientes para reproducir, el número de criaturas que nazcan tenderá a incrementarse con los años en una proporción cada vez más acelerada. 

Un elemento aún no apreciado por la gente que se preocupa por los problemas demográficos es que el crecimiento de una población depende de cuándo la gente tenga a sus hijos, tanto de como de cuántos pueda tener. Desde el momento en que las poblaciones tienden a aumentar en una determinada proporción por generación, se deduce que si se espacian más las generaciones, la población aumentará a un ritmo más lento por año. Si la población continuara aumentando en la proporción actual, se tardaría menos de 500 años para alcanzar el punto en que la gente, apiñada de pie, formaría una sólida alfombra humana sobre el área total del continente. Esto es un hecho, aun suponiendo que estuvieran muy delgados -hipótesis bastante real-. En un plazo de 1000 años estarían de pie unos sobre los hombros de otros con una profundidad de un millón. En 200 años, la montaña de gente, remontándose a la velocidad de la luz, habría alcanzado el límite del universo conocido. El incremento de la producción alimenticia puede aliviar, temporalmente, el problema, pero es un hecho matemáticamente cierto que no puede ser una solución a largo plazo; en realidad, al igual que los avances médicos que han contribuido a precipitar crisis, probablemente empeore el problema, al acelerar el índice de expansión demográfica.

Constituye una verdad lógicamente simple que, al carecer de emigración masiva al espacio, con cohetes que partan a razón de varios millones por segundo, el índice de natalidad incontrolada tiene que conducir a un índice de mortalidad horriblemente alto. Es difícil de concebir que esta verdad tan simple no sea comprendida por aquellos dirigentes que prohíben a sus seguidores utilizar métodos anticonceptivos. Expresan su preferencia por métodos naturales de limitación demográfica, y un método natural es exactamente lo que van a obtener. Se llama muerte por inanición. Los humanos (algunos de ellos) tienen la consciente prudencia de prever las consecuencias desastrosas de un exceso de población. Los individuos que ocupan una alta jerarquía tienen más posibilidades de procrear que los que ocupan una posición más baja, ya sea porque son preferidos por las hembras o porque físicamente impiden que los machos que se encuentran en una posición inferior se acerquen a las hembras. 

Lo que ocurre con el hombre moderno civilizado es que el tamaño de las familias ya no se ve limitado por los recursos finitos que los padres pueden proveer. Si un matrimonio tiene más hijos que los que puede alimentar, el Estado, lo que significa el resto de la población, interviene y mantiene al excedente de niños con vida y salud. No hay, en realidad, nada que detenga a una pareja que carezca de recursos materiales para que tenga y críe tantos hijos como la mujer pueda físicamente procrear. Pero el Estado benefactor es algo muy poco natural. En la naturaleza, los padres que tienen más hijos de los que pueden mantener no tienen muchos nietos y sus genes no son transmitidos a futuras generaciones. 

Desde el momento en que nosotros, los humanos, no deseamos retornar a las antiguas costumbres egoístas por las que permitiámos que los niños de familia muy numerosas murieran de inanición, hemos abolido la familia como unidad de autosuficiencia económica y la hemos sustituido por el Estado. Pero no se debe abusar del privilegio de ayuda garantizada a los niños. La anticoncepción es, en ocasiones, atacada como algo artificial, desnaturalizado. En efecto, es muy inhumana. El problema radica en que también lo es el Estado benefactor. El Estado benefactor es, quizá, el sistema más altruista que el reino animal jamás ha conocido. Pero cualquier sistema altruista es, inherentemente, inestable, ya que está sujeto al abuso por parte de individuos egoístas, dispuestos a explotarlo. 

Los individuos humanos que tienen más hijos que los que son capaces de criar son probablemente demasiado ignorantes en la mayoría de los casos para ser acusados de explotación malévola consciente. Las instituciones poderosas y los líderes que deliberadamente los estimulan a actuar así, me parecen menos libres de sospecha. Es un hecho bien documentado que un exceso de población reduce, en ocaciones, el índice de natalidad. Los padres individuales practican la planificación familiar, en el sentido de que perfeccionan su índice de natalidad en vez de limitarlo para bien público. Intentan potenciar al máximo el número de hijos sobrevivientes que tengan, y ello significa no tener muchos ni pocos. Los genes que hacen que un individuo tenga demasiados hijos tiende a no persistir en el acervo génetico, debido a que los hijos que contienen tales genes presentan la tendencia a no sobrevivir hasta la edad adulta.
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Richard Dawkins, "El gen egoísta". Barcelona; Salvat Editores 1985.

1 comentario:

  1. Profundo admirador de un esclarecido autor de obras cientifico-literarias, como es Richard Dawkins, quien, con la claridad que caracteriza a sus obras nos introduce al mundo real con hechos comprobables como el presente fragmento, no al imaginario y fabuloso relato bíblico que sí, nos está llevando al abismo...

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